Como ya mencioné, este espacio está cerrado por columnas, creando esta sala central y a la vez, un pasillo que recorría el perímetro del local. En este había distintas mesas con los mapas que se proyectaban ahora reproducidos en tela, con los puntos negros que señalizaban los bombardeos. En algunas zonas, había manchas llenas de letras y puntos, de modo que resultaba ilegible. En una de las paredes también había una tela en la que estaba escrita la fórmula de la ascensión, para los aviones relacionada directamente con los aviones que bombardearon los lugares de los mapas. En la parte superior, había un pasillo abierto a la estancia de abajo. El pasillo era estrecho y recorría todo el perímetro de la abertura a la parte baja. Este, tenía la pared toda recorrida por 360 relojes, que marcaban la hora de cada uno de los grados de la Tierra.
En conjunto, la exposición era una crítica directa a la guerra y los desastres causados. La relación entre lo que se veía, los puntos negros de cada uno de los bombardeos; y lo que se oía, el tic-tac de los relojes y el zumbido de los aviones; causaba una gran angustia.
En mi opinión, me impresionó mucho que algo tan impersonal, tan poco emocional como la señalización en un mapa pudiera causar tanto desasosiego, miedo, impotencia, dolor. Me pareció una exposición muy condensada, con un mensaje directo, tajante y certero. Además, se puede apreciar la enorme cantidad de trabajo que hay detrás de cada elemento de esta. Es una exposición distinta, origina, muy corta pero muy intensa. Da mucho que pensar.
Personalmente, me gustó mucho el pasillo de los relojes. Un pasillo que representa el tiempo de cada lugar del mundo, un mundo que nos empeñamos en destruir minuto a minuto.
Adjunto a continuación algunas imágenes de la exposición:
Los relojes |
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El reloj correspondiente a nuestra franja horaria |
Detalle del mapa del Norte de África y España |
La fórmula de la ascensión |
Proyección de los aviones |


Hasta la próxima,
Juan
(Fotografías por Juan Bruno)
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